Sociedad

Recibimos y publicamos: Cultura de todos

Sobre la mesa descansa un diccionario. Es viejo, aburrido, y fue olvidado por el último de los nietos; ese último heredero decide, en una noche de invierno, salir de la estufa para volver a abrir ese mismo diccionario. Busco una palabra en particular, una palabra que me da vueltas en la cabeza: cultura.
Ahí estamos, parados frente a la palabra misma. ¿Qué es la cultura, entonces? Busco. Letra C. Define: “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo científico, artístico, en una época, grupo social, etc.”. La segunda definición dice: “Conjunto de conocimientos que permiten a alguien desarrollar un juicio crítico”. Me asombro como cualquiera de todos ustedes y también se me ocurre pensar en lo que algunos se preguntarán, ¿Juicio crítico? ¿Cómo me va a ayudar en mi juicio crítico sentarme a leer un libro, una revista, ver una película? ¿En qué incide la cultura, su uso, y por qué un Estado debería invertir, económica y socialmente, en su desarrollo? ¿En qué ayudaría a la sociedad realmente, si con el trabajo y el sacrifico basta, si de esa manera se construyó nuestro país? Muchas preguntas surgen, preguntas que al mismo tiempo marean. Las respuestas pueden ser muchas, y la gran mayoría optaría por bastas definiciones académicas, un lenguaje complejo sacado de un manual de antropología o sociología, todo dirigido a un público selecto que da por sabida la estructura básica. Vamos a abrir esa brecha para alejarnos de los libros y dirigir todo a la calle, a lo cotidiano: acá no damos por sabido absolutamente nada.
Hay un eje que podemos tomar para brindar una humilde respuesta: el rol del Estado en el “desarrollo artístico, científico, industrial de una época, grupo social, etc.”. Durante más de doce años, el Estado argentino intensificó una lucha por la reivindicación de la cultura, la mayor herramienta de construcción social que se ha visto en el desarrollo de las naciones. Se invirtió, simbólica y económicamente, en lo que hoy los chicos disfrutan, todo aquello que forma parte de su educación. Tecnópolis, la emisión de un programa didáctico como Paka-paka, al que acusan de “mensajero subliminal”, reformas educativas aplicadas al inquieto siglo XXI, programas institucionales que reciben nuevos contenidos, distribución de bibliografía gratuita entre las instituciones de educación pública. En fin, proyectos que parecían imposibles hace algunas décadas y que hoy son concretos. Ahora, las meriendas o pasear con la familia viene acompañado de las hazañas de los grandes próceres de los siglos anteriores, sus biografías, cómo es que nuestro país llegó a ser lo que es. Sus hijos pasan de ser princesas o superhéroes a ser San Martín, Belgrano, Moreno, comienzan a ver con otros ojos personajes que requieren una segunda vista: figuras como Cristobal Colón y el proceso de colonización americana, Domingo Faustino Sarmiento y su compleja reforma educativa, entre otros íconos que permanecían sólidos gracias a la historiografía clásica, rígida en su visión oficial.
Abro los ojos. Formación del pensamiento crítico, conocimiento al alcance de todos. Sonrío y pienso en el poder de esa idea, el poder de la difusión. Intento entender por qué la gestión cultural que se avecina en estos cuatro años decide modificar las imágenes que se brindan por supuesta “bajada de línea política”. ¿Es este juicio crítico bajada de línea? ¿Lo es la conciencia, acaso? Sigo pensando, sólo un poquito más. Inversión en cientificismo, construcción del primer satélite argentino en manos de profesionales argentinos, comunidades enteras que tienen la oportunidad de ampliarse, una bolsa de trabajo que crece y crece gracias a los nuevos espacios que se dieron para ello. Escucho voces protestantes que acusan a estas inversiones como pérdida, como mala inversión. Y vuelvo a imaginarme a ese científico que pasó años estudiando para recibir unos pocos pesos por un trabajo de investigación, olvidándose de las becas y su desarrollo humilde como trabajador de su rubro. O me acuerdo de ese docente que, lejos de habérsele atribuido la gran importancia que tiene como actor social, se le reprimió ante la justa protesta, haciéndolo callar con amenazas y cargas morales. Cultura manchada de tinta oscura, cultura desplazada hacia otro lado.
Son las once de la noche, vuelvo del trabajo fulminado, termino de comer y prendo un rato la televisión. Me encuentro con un canal que emite documentales sobre historia, biología, géneros literarios, teatro, carreras de la universidad pública, historias de vida. ¿Me pueden decir para qué? Si mis hijos ya tienen bastante con la escuela y quieren ver otra cosa; si a mí no me interesa, a ellos tampoco. Pero no, respondo. Hay que dar una segunda oportunidad, porque ese poder, ese acceso está dirigido a usted, a toda su familia, a la que vive en el departamento de al lado, en la otra cuadra, en la otra punta de la ciudad. Les incumbe porque la cultura refleja lo popular y, quieran o no, todos somos pueblo, todos nos ganamos ese derecho de acceso al pensamiento, a la formación de nuestro propio mundo y a la multiplicidad de sus voces.

por Fermín Etchebehere